DESOCUPACIÓN
COMO FORMA DE EXCLUSIÓN SOCIAL
EL
DESOCUPADO COMO DESAPARECIDO SOCIAL
SEGUNDA
PARTE
Por Juan
Carlos Cena * especial para Latitud Periódico
4
de octubre del 2016
La cifras
actualizadas por el actual INDEC, reflejan que 1 de cada 3 argentinos
o bien residentes en nuestro país es POBRE, y que casi
un 8 por ciento es INDIGENTE.
Esta realidad
está en consonancia con lo analizado, corroborado y publicado
por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA - Universidad
Católica Argentina.
Los 12 años
transcurridos en la Argentina no fueron de mieses y políticas
que terminaran con la pobreza en nuestro país, por el
contrario fueron el caldo de cultivo para que una dirigencia
política oficialista en estos años pasados se
embolsaran todo... se robaran todo y corrompieran todo... no
fue casual, fue causal... fue la política de Estado de
los K...
La responsabilidad
del actual gobierno deberá ser revertir esta problemática
a la cual han sumado pobres... será parte de los desafíos
de una Sociedad que ha mirado demasiado de soslayo... porque
le ha interesado lo particular e individual... pero en nuestro
país más de 2.300 niños han muerto de hambre
en el pasado 2015. La pobreza entre la niñez y adolescencia
supera el 40 por ciento...
Este trabajo
fue publicado en el portal VILLA CRESPO DIGITAL el 30 de noviembre
del 2003.
El trabajo de Cena fue presentado por primera vez en la Cátedra
Libre de Derechos Humanos de Filosofía y Letras en 1997.
Un trabajo que retrata el doloroso camino del desocupado, sus
causas y las aberrantes consecuencias, que se pueden retratar
en la actualidad.
Aquí
en dos partes EL DESAPARECIDO SOCIAL... UN SER HUMANO QUE NO
ESTÁ EN LAS ESTADÍSTICAS, para trabajar, estudiar
y crecer... si para las parafernalias movilizaciones que vivaran
cadenas nacionales repletas de mentiras y falacias.
Seres humanos
sin futuro y sin progreso...
VARIABLES DEL SISTEMA: DESOCUPACIÓN
Y SALARIO
Vivimos
una etapa de reestructuración productiva, de apertura
de la economía, de ruptura por la convenciones colectivas,
el trabajo ha dejado de ser homogéneo, se ha fragmentado.
Afecta a toda la sociedad laboral, en especial a los jóvenes
que no consiguen ingresar al mercado del trabajo y a los mayores
de 40 años le llega la expulsión. La mancha de
la desocupación es despareja geográficamente y
por rama industrial, afectando a las ramas ligadas al mercado
interno.
Dicen algunos
*estudiosos* de la sociedad argentina que la reestructuración
productiva, los cambios en los procesos de trabajo y las nuevas
tecnologías traen como consecuencia una rápida
obsolescencia de las profesiones y de los oficios...y como consecuencia
la desocupación. Esa es una definición para un
país del primer mundo, industrializado en permanente
desarrollo, y ese recambio tecnológico si trae desocupación.
Pero en la argentina se destruyó la industria, se achicó
el campo, las privatizaciones dejaron el tendal de asalariados.
Se asiste a una cierta transferencia de la actividad industrial
a la de servicios, parecida a aquella que redujo el lugar de
la agricultura en favor de la industria. Los primeros asalariados
que se acogían a los retiros voluntarios, lo hacían
contentos siguiendo la zanahoria de las indemnizaciones, llamadas
también *jubilaciones imbéciles*, fabricando eso
sí, prejubilados, como consecuencia de ello aumentó
la cantidad de trabajadores desocupados.
El capitalismo
argentino tiene rasgos propios, con las características
de las políticas gubernamentales particulares de este
gobierno, y que no tiene capacidad para escapar de la tendencia
general del capitalismo a nivel mundial, ni lo desea.
El capitalismo no puede desde su filosofía de ganancia
máxima, solucionar los problemas de la humanidad. Al
contrario, no le interesa, por lo tanto no genera respuestas
a las necesidades crecientes del mundo. Esto confirma la inexistencia
del capitalismo humanista.
Las causas
de la desocupación y la exclusión social generalizada
se encuentran en las entrañas mismas del sistema capitalista.
El capital no puede resolver en un mismo momento su crisis y
el desempleo, porque siempre las salidas capitalistas de las
crisis presuponen fuertes incrementos de productividad, que,
como contrapartida generan desempleo y mayor explotación
a los empleados. Se trata aquí, de que los que tienen
empleo trabajen con mayor intensidad para aumentar la productividad
-lo que consiguen con las reformas laborales que permiten transformar
el mercado del trabajo, generando mayor explotación-,
esto implica destruir empleo.
Los ejemplos,
muchas veces, ilustran más de una vez cualquier explicación:
Los procesos de racionalización laboral que encararon
las empresas con el objetivo de elevar la productividad y mantenerse
a flote competitivo a pesar del atraso cambiario, como YPF,
que está extrayendo y elaborando con 6000 personas (l995)
(4600 actual) mucho más petróleo y derivados que
hace cinco años con 50.000; el sector automotor llegó
a cuadriplicar su producción casi con las misma cantidad
de trabajadores. El caso siderúrgico, el menos conocido,
es notable. Tomando en cuenta las cuatro grandes empresas del
sector: Siderar, Siderca, Acindar y Zapla, el rendimiento laboral
pasó de l9 horas-hombres por tonelada de acero crudo
en el período l980-l989 a 7,5 horas-hombres por tonelada
de acero crudo en la actualidad. En un extremo está Siderar,
que ahora en manos privadas fabrica más con 5100 persona
que cuando llegó a darles empleo a l4.000 en tiempos
en que denominaba SOMISA. (Datos 2/12/95)- Estos números
son contundentes, publicitados para demostrar que la economía
argentina funcionaba en muchos sectores con exceso de personal.
Y reconocer, además, lo determinante que resulta la productividad
en un mundo cada vez más globalizado, realizado a como
de lugar. También no son pocas las críticas que
podrían hacerse sobre la forma y los ritmos que tuvo
la racionalización, y ni hablar del triste papel que
cumplió el sindicato. El Estado, impulsor de las privatizaciones,
permitió esta racionalización salvaje y se desentendió
de las consecuencias del cambio.
La reducción
de la jornada laboral no forma parte de las preocupaciones de
la patronal. A pesar de ello, ya hay voces cantando alarmas
por la gran masa de desocupados, que es material inflamable.
Políticos de un abanico amplio alertan que *una chispa
puede encender la pradera* y pueden quedarse a la intemperie.
Preocupación. Pero la avaricia del capital contesta en
el sentido de no repartir el trabajo para que se cree más
empleo, sino en el de repartir la masa de los salarios entre
los trabajadores ocupados y desocupados, como una manera de
mojar los pastizales y evitar un incendio, todo sin costos para
la patronal. De aplicarse esta propuesta implicaría una
disminución más del salario. La reducción
de la jornada de trabajo, vieja consigna de la izquierda, es
tomada por la derecha con la variante apuntada. A escala mundial
el capital no ha encontrado una salida a estos problemas, y
los pronósticos no son alentadores.
Desde el
punto de vista del capital, la salida de la crisis exige una
política económica y social destinada a la recuperación
de la tasa de beneficio, cuyo descenso está en el origen
de la crisis actual. Para ello debe lograr una reducción
significativa y duradera de los salarios reales y un paralelo
aumento de la productividad y, en ambas cuestiones la desregulación
de las relaciones laborales desempeña un papel fundamental.
Hay que modificar la forma de relación obrero-patronal
que se construyó durante l00 años de lucha en
Argentina, arrancadas con sangre al capitalismo. Lo que se intenta
es bajar los más que se pueda el salario para la recuperación
de la ganancia máxima. El capital utilizada estas dos
variables: desocupación y baja de salarios. No puede
tocar los costos tarifarios, que es parte del costo de producción
de las Empresas, y no se puede tocar porque las Empresas de
servicios públicos están en manos de corporaciones
y grupos económicos, y fueron privatizados para que las
Empresas ganen. En el año l995 estas empresas facturaron
3.500 millones de pesos o de dólares.
Es dable
observar, además se palpa, que se intenta avasallar lo
conquistado en aquello que parece más débil, y
lo que parece más débil son los trabajadores;
como parecen más débiles se golpea el costo salarial
como lo único posible.
La lucha contra el desempleo no es fácil. Comienza diciendo
Maxime Durand, en un artículo titulado Las dos caras
de la crisis del trabajo, allá por l993/94 en Critique
Communiste y reproducido por Cuadernos del Sur en el 95. *El
desempleo es un efecto del capitalismo: el sistema económico
prefiere no dar empleo a ciertos trabajadores si no hay más
producción rentable a la cual afectarlos; el desempleo
está aquí para quedarse: a pesar de un debilitamiento
coyuntural, va a continuar desarrollándose... repite
como otros autores: el capitalismo no puede resolver la crisis
y el desempleo...la automatización capitalista no es
la liberación del trabajador, es portadora por el contrario
de nuevas formas de explotación y de descalificación
y, más generalmente, de un modelo social regresivo; hacer
creer que se puede luchar contra el desempleo sin romper la
lógica capitalista que lo produce es engañarse
sobre su naturaleza y engañar a los trabajadores*.
Publicado
por primera vez: domingo 30 de noviembre del 2003
* Juan Carlos
Cena: Fue Secretario General del Personal Técnico de
Ferrocarriles Argentinos, Organismo Central por dos mandatos
(1984 – 1989)
Libros sobre Movimiento Obrero: El Cordobazo una rebelión
popular / Ferroviarios Sinfonía de Acero y Lucha y numerosos
trabajos de investigación.
Historia Viva de la Resistencia Peronista – 2016.
Publicado
por primera vez: domingo 28 de diciembre del 2003
Caracteres:
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